miércoles, 27 de febrero de 2008

Pilates: gimnasia para flojos

Al menos eso es lo que yo (y seguramente mucha más gente) pensaba antes de apuntarme a las clases.
No sé por qué, pero cuando mi madre me hablaba de pilates, la imagen que me venía a la cabeza era de gente más o menos mayor haciendo estiramientos y poco más. Nada más lejos de la realidad, al menos en el gimnasio al que voy yo.
Empecé a ir el 4 de febrero, dos días por semana, una hora al día. No está mal, teniendo en cuenta, que la actividad física que hacía hasta ese momento era nula. Hay que empezar poco a poco, que el deporte no es bueno, jajajajjajaja.
Total, que allí estaba yo. Había un montón de chicas. Sí, he dicho chicas, porque excepto una mujer que rondaría los 50 (que conste que para la edad soy muy mala), y una niña que tendría 13 años, el resto estábamos en la franja de entre 20 y 35. De vez en cuando viene algún chico.
El caso es que la clase empieza con unos 25 minutos de calentamiento con un artilugio que no había visto nunca y se llama flexi-bar. Aparentemente, es sencillo de utilizar, pero a mí me cuesta la vida encontrar el punto, y cada vez que lo encuentro, cambiamos de movimiento, así que otra vez tres horas para encontrar el punto... Y parece que no, pero la barrita cansa, sobre todo si te tienen las 20 minutos haciendo sentadillas con ella, como antes de ayer, que tengo las piernas que no me puedo mover.
La verdad es que las clases agotan. En este mes he hecho más abdominales que en toda mi vida, y hemos trabajado todos los abdominales del cuerpo, no sólo los de siempre. Cuando acaba la clase estoy reventada. La primera semana creía que al día siguiente de cada clase no me podría mover de las agujetas, y asombrosamente, no fue así. A pesar de creer morir en cada clase, al día siguiente me levantaba como una rosa. Excepto ayer. Los 20 minutos de sentadillas, unidos a los 10 minutos que estuve en la cinta de andar, me han destrozado las piernas. Tengo un dolor en los muslos cada vez que me siento o me levanto de la silla, que me quiero morir.
El resto de la clase realizamos ejercicios con el fitball. Es una pelota enorme, de esas que te sientas encima y empiezas a botar. Qué divertido, eh? Pero en clase le encuentran muchás más utilidades, la mayoría no tan divertidas. Os pongo un enlace con videos: fitball.
Lo más chungo de esto es mantener el equilibrio con la pelotita, que se mueve más que la ardilla de "Vecinos invasores". Menos mal que el suelo es algo blando y si te caes no te haces daño.
Total, que aunque la clase acaba conmigo, la verdad es que me gusta, me lo paso bien, y al menos hago algo de ejercicio, aunque sea para flojos, jajajjajajja, será que soy una floja, jajajajjjaja.

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